martes, 6 de octubre de 2009

El venerado cráneo de José Miguel Carrera

Existió antaño entre los habitantes de El Monte una enorme veneración por una calavera que se guardaba en la capilla de El Paico, según algunos, el cráneo del mismísimo prócer José Miguel Carrera. Como se sabe, Carrera fue fusilado en Mendoza. Entonces, ¿cómo llegó tan famosa y venerable osamenta hasta este rincón? Se dice que fue Javiera Carrera quien le encargó a Toribio Rojas, un fiel servidor y correo secreto de la familia patriota, que recuperara los huesos de su querido hermano desde allende Los Andes. Rojas, en compañía de un arriero, partió hacia Mendoza por el “Derrotero de Picarte”, un atajo que cruzaba la cordillera andina y que en pocas horas permitía estar al otro lado. Trajeron la cabeza de José Miguel el 4 de septiembre de 1821 y, en medio del más hermético misterio la hicieron guardar en la capilla de El Paico, mientras pasaban los días de persecución en contra de la familia.

La famosa calavera se veneró por espacio de 131 años en la casa religiosa. Adelaida Leiva Rojas, la dueña del sitio donde aún en 1960 se levantaba la vieja capilla, afirmaba que su abuelo Toribio Rojas había traído el venerado despojo desde Mendoza, cuestión que reconfirmaba Adela Ramos Díaz de Valdés, tataranieta de doña Javiera Carrera.

La idea de doña Javiera era esperar la ocasión propicia para darle piadosa y digna sepultura una vez que volviera a Chile, pero la gente de la zona escondió la calavera, porque fue creciendo la creencia que era milagrosa y que era motivo de bien entre la gente campesina , a tal punto que en las antiguas fiestas de San Francisco de El Monte, una de las jornadas consistía en peregrinar a la capilla.

En 1964 se calculaba que su data era superior a 100 años. A la altura de la frente mostraba una rotura horizontal del tipo punzante penetrante de unos 3,5 centímetros de largo por 1,2 de ancho.

Investigando para un libro de mi autoría llamado “El Monte, 5 siglos en la tierra de los Carrera, que espero publicar como un aporte local hacia el Bicentenario, he podido averiguar que se le rindió culto hasta 1963, año en que una caravana de automóviles viajó desde Santiago con el propósito de llevarse la calavera, cuestión que se hizo tras una breve ceremonia. El cráneo fue sacado en urna de vidrio envuelta en un terciopelo morado y transportada a la capital. Su destino, según afirma una crónica, era el Museo Histórico Nacional.

A partir de entonces, poco o nada se supo de la calavera, pero lo que sí era evidente, es que se arrancó del alma de la gente una tradición tan arraigada como el espíritu patriótico de la familia Carrera.

Cuarenta y seis años después, la calavera vuelve a hacer noticia, cuando se intenta recuperar dichos restos ahora en manos de descendientes de la señora Carrera, misión que encabeza la gobernadora de Talagante Alejandra Vásquez, afán al que debemos brindar nuestro apoyo. Sea o no sea del prócer, dicha calavera fue y debe ser parte de la memoria y del alma colectiva de los chilenos y en particular de los montinos que, orgullosos, sienten que una parte del nacimiento del Chile independiente les pertenece.

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